viernes, 24 de abril de 2015

Richard Dombi, el judío que hizo grande al Bayern en las narices de Hitler y terminó huyendo al Barça

El nazismo impidió su crecimiento en el Bayern. En el Barça estuvo a punto de bajar a Segunda, pero sembró los cimientos del trabajo de cantera.


Por Tolo Leal.      



Ahora que Barcelona y Bayern de Munich se van a medir en las semifinales de la Champions, es hora de rescatar la historia de uno de los personajes que han vinculado a ambos conjuntos.
Richard Dombi, en su etapa como entrenador.
Podríamos hablar del más reciente y quizá el más importante de todos, Pep Guardiola. También podría ser el caso de Van Gaal, de Van Bommel, o de Thiago Alcántara.
Pero no, la figura que nos ocupa hoy es la de un futbolista y posterior entrenador que hizo grande al Bayern en una época realmente complicada, se vio obligado a huir de Alemania, y terminó encontrando acogida en el Barcelona. En dos ocasiones. Es la historia de Richard Dombi, el judío que hizo grande al Bayern en las narices de Hitler.
La Guerra truncó al futbolista
Richard Kohn nacía en Viena, en el seno de una familia judía, el 27 de febrero de 1888. Desde bien pequeño fue consciente de que su vida era el fútbol, y con 18 años ya debutó en el primer equipo del AC Viena. Apodado 'Little Dombi' (algo así como 'pequeña eminencia'), dicen de él que era puro talento, en una zona donde años más tarde se destaparían algunos de los mayores talentos del Viejo Continente.
Su magia le llevó a ser internacional absoluto con la selección austriaca a los 20 años, llegando a disputar los Juegos Olímpicos de Estocolmo de 1912, en los que Austria terminó finalmente sexta. Su carrera como futbolista se vio truncada en pleno apogeo con el inicio de la Primera Guerra Mundial.

El Bayern se hace grande con él

Tras varios años de inactividad, en 1921 comenzó su carrera como entrenador. Hertha de Berlin, Zagreb y Viena fueron sus primeras paradas, hasta que en 1926 recaló en el Barcelona, convirtiéndose en el único entrenador austriaco de la historia del conjunto azulgrana.
Estuvo un año, en el que tuvo tiempo de conseguir una Copa del Rey, un campeonato de Cataluña –la liga española aún no existía- y además tuvo el honor de ser el entrenador que estrenó el estadio de Les Corts. Pero sobre todo marcó un registro que a día de hoy aún nadie ha superado: el porcentaje más alto de victorias del equipo azulgrana en toda su historia. En los 24 partidos que dirigió sumó 20 triunfos, 2 empates y 2 derrotas, alcanzando 83 goles a favor y 19 en contra.
No fue hasta 1931 que recaló en el Bayern de Munich, y su llegada no estuvo exenta de polémica, pues procedía del 1860 Munich, el vecino y gran rival. Pese a ello, se llevó a varios futbolistas con él, destacando Oskar Rohr, quien posteriormente sería internacional alemán.
Nada más llegar al Bayern, Dombi llevaría al equipo a conquistar su primer campeonato alemán, tras imponerse en la final al Eintracht Frankfurt. Era un hito jamás alcanzado, que colocaba por primera vez al Bayern entre los grandes.
Al año siguiente no se pudo repetir título, pero sí que se alzó con la Bezirksliga, el campeonato del lander de Baviera. Además, el novedoso juego del equipo le consolidó como uno de los conjuntes más potentes de Europa, y a Dombi como uno de los mejores entrenadores.
Pero claro, todo esto estaba sucediendo en pleno apogeo del nazismo. Y Dombi era judío. También el presidente del Bayern, Kurt Landauer. Tal era la situación, que el equipo fue calificado de "club judío" por los nazis, mientras los vecinos del 1860 eran el equipo favorito de Hitler. Así, no tardaron en ser obligados a abandonar el Bayern, Munich, y Alemania.

El descenso no consumado del Barcelona

El Bayern veía truncada de esta manera su enorme progresión, y Dombi debía buscar de nuevo acomodo fuera de Alemania. Y lo haría en el Barcelona, donde cumpliría su segunda etapa. Una segunda etapa que fue un auténtico desastre: dejó al equipo noveno en una liga de diez en la que bajaban los dos últimos clasificados. El Barça se salvó porque esa misma temporada la Liga decidió ampliar los conjuntos participantes a 12. Tan desastrosa fue la campaña, que entrenador y jugadores firmaron una carta a la directiva en la que solicitaban un recorte de su sueldo.
Eso sí, dejó dos detalles que quedarían para la posteridad, y que contribuirían a establecer unos cimientos que acabarían dando lugar al Barça que conocemos hoy: fue el primer entrenador que desplazó su residencia y su despacho a Les Corts, el campo de entrenamiento del Barcelona; y destacó enormemente por trabajar con los futbolistas más jóvenes del club, lo que hoy denominaríamos la cantera, y de que tanto presume el conjunto azulgrana en los últimos años.

La consagración en Holanda

De Barcelona se marcharía rumbo al Basilea, y sólo unos meses después recalaría en el Feyenoord, donde viviría su etapa más dorada, siendo considerado el primer gran entrenador del conjunto holandés. Dirigió al equipo en tres periodos diferentes, para un total de siete temporadas, en las que conquistó dos ligas holandesas.
Una manera gloriosa de cerrar una carrera accidentada y, probablemente, de las más curiosas. Capaz de ser el único entrenador de, en realidad, descender de Primera División al Barcelona, y a su vez de ser el primero, y por tanto el que implantó, en trabajar con la cantera. Capaz de convertir al Bayern en el mejor equipo de Alemania cuando no estaba entre los grandes, y tener que huir unos pocos meses después. Capaz, en cualquier caso, de merecer un destacado recuerdo en la historia del Futbol Club Barcelona y del Bayern de Munich.


http://www.libertaddigital.com/deportes/champions/2015-04-24/richard-dombi-el-judio-que-hizo-grande-al-bayern-en-las-narices-de-hitler-y-termino-huyendo-al-barca-1276546413/

jueves, 23 de abril de 2015

Un pilar del neoliberalismo está tambaleando

Roberto Savio


El crecimiento promedio anterior a la crisis financiera estallada en 2008 fue de alrededor de 2,4 por ciento. Se redujo a 1,3 por ciento entre 2008 y 2014 y ahora se estima que se estabilizará en 1,6 por ciento hasta el año 2020, en lo que los economistas llaman la “nueva normalidad”.
En otras palabras, la “normalidad” es ahora el alto desempleo, un crecimiento anémico y, obviamente, un clima político difícil.
Para los países emergentes, el panorama no se ve mucho mejor. Se prevé que el crecimiento potencial siga disminuyendo, de un promedio de alrededor de 6,5 por ciento entre 2008 y 2014 a un estimado 5,2 por ciento durante el período 2015-2020.
El caso de China es el mejor ejemplo. Se espera que el crecimiento descienda de un promedio de 8,3 por ciento en los últimos 10 años, a alrededor de 6,8 por ciento. La contracción de China ha reducido drásticamente los precios de las materias primas y en consecuencia ha dañado a los países exportadores.
La crisis es especialmente fuerte en América Latina. En Brasil, la caída de las exportaciones ha contribuido al empeoramiento de la grave crisis del país y al aumento de la ya elevada impopularidad de su presidenta, DilmaRousseff, debido a la mala gestión económica y el escándalo por las revelaciones sobre laextendida corrupción en Petrobras, la semipública empresa petrolera.
Esto, por cierto, abre una reflexión fundamental. Desde Marx a Keynes, las teorías sobre la redistribución de los ingresos fueron básicamente construidas en el contexto de economías estables o en expansión.
Los partidos progresistas fueron capaces de obtener sus éxitos durante ciclos de crecimiento, pero no han elaborado en pareja medida la teoría a aplicar en épocas de crisis. En tales situaciones, suelen imitar las recetas de la derecha, en un giro que desdibuja la propia identidad progresista y les hace perder adhesiones en el electorado.
La situación en Europa, analizada bajo esta óptica, es aleccionadora. Todos los partidos xenófobos de extrema derecha se han expandido desde 2008,
cuando comenzó la crisis recesiva, incluso en los países nórdicos, considerados modelos de democracia.

Durante el mismo período, los partidos progresistas han perdido peso y credibilidad. Y ahora que el FMI ve alguna mejora en la economía europea, los partidos progresistas tradicionales no han cosechado los beneficios.
El FMI califica el actual momento económico, como “una nueva mediocridad”, que es una definición más franca que “nueva normalidad”. Prevé que en los próximos cinco años enfrentaremos graves problemas en las políticas públicas, como la sostenibilidad fiscal y el desempleo.
Es un hecho que los datos macroeconómicos son cada día menos representativos y suelen ser utilizados para ocultar las realidades sociales.
El mejor ejemplo es Gran Bretaña, campeón del liberalismo, que  cada año reduce el gasto público.
El gobierno británico afirma que en el último año se han creado 600.000 nuevos puestos de trabajo. Sin embargo, la gran mayoría de los nuevos trabajos son a tiempo parcial o mal pagados, y el empleo público está a su nivel más bajo desde 1999.
Un claro indicador es el número de personas que frecuentan los comedores que ofrecen alimentación gratuita a los indigentes. En la sexta economía del mundo, estos han pasado de 20.000 antes de  la crisis, hace siete años, a más de un millón el año pasado.
Y algo semejante sucede en el resto de Europa, aunque en menor medida en los países nórdicos.
De acuerdo con la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria británica, la austeridad ha bloqueado el crecimiento económico en uno por ciento entre 2011 y 2012. Pero, según SimonWren-Lewis, de la Universidad de Oxford, la cifra es en realidad de cinco por ciento, equivalente a 149.000 millones de dólares.
En otras palabras, la austeridad fiscal reduce el crecimiento, y esto crea un gran déficit, que obliga a más austeridad fiscal. Es una trampa que han descrito en detalle los economistas keynesianos, como los Nobel de Economía Joseph Stiglitz y Paul Krugman.
Todos deben seguir el “orden liberal” de Alemania, que cree que su realidad debe ser la norma y las desviaciones tienen que ser castigadas.
La novedad es que en  su análisis sobre “La distribución de los ingresos y su papel en la explicación de la desigualdad “, el FMI, el guardián fiscal que impuso en todo el Sur en desarrolloel consenso de Washington, básicamente una fórmula de austeridad sumada al libre mercado a toda costa, con resultados trágicos,parece ahora haberse despertado.
El  FMI formula una objeción a un principio fundamental de la doctrina liberal. Afirma que la mayor formación de los trabajadores, los sindicatos representativos, y un mayor gasto del Estado ayudan a reducir la desigualdad en los países.
Mientras la participación de los salarios en el ingreso nacional de los países del Grupo de los Siete, los más industrializados, se ha reducido en 12 por ciento en los últimos 30 años, la desigualdad ha crecido en 25 por ciento en las mismas tres décadas.
Esto no significa en absoluto que el FMI se está convirtiendo en una organización progresista, sino muestra que un pilar importante del pensamiento neoliberal se está tambaleando.
Por supuesto que los banqueros, verdaderos responsables de la crisis mundial, han logrado impunidad.
Se han sustraído más de tres billones (millones de millones)de dólares de los ciudadanos de medio mundo, para mantener a los bancos en pie. Los más de 140.000 millones de dólares en multas que los bancos han pagado desde el comienzo de la crisis, dan la medida cuantitativa de sus actividades ilegales y delictivas.
LaOrganización de las Naciones Unidas calcula que la crisis financiera ha creado al menos 200 millones de nuevos pobres, cientos de miles de puestos de trabajo precarios, y varios millones de desempleados, especialmente jóvenes.
Sin embargo, nadie ha sido responsabilizado. Las cárceles están llenas de personas apresadas por robos menores, que han causado un impacto social inmensamente menor.
En cambio en 2014, James Gorman, el jefe del banco Morgan Stanley, cobró 22,5 millones de dólares. El jefe de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, 24 millones, James Dimon, jefe de J. P. Morgan, 20 millones. El  más explotado de todos, Brian Moynihan, del Bank of America, cobró  unos míseros 13 millones de dólares. Nada detiene el auge de los banqueros.
Editado por Pablo Piacentini
http://www.ipsnoticias.net/2015/04/un-pilar-del-neoliberalismo-esta-tambaleando/

martes, 21 de abril de 2015

Cien años del genocidio armenio













Cien años después, el genocidio armenio nos sigue impresionando tanto por su dimensión –la cifra de víctimas oscila entre 600.000 y 1.800.000, según los distintos estudios– como por el manto de olvido que lo ha cubierto en Occidente. En 1915 la opinión pública de Europa y los Estados Unidos podía conocer, gracias al testimonio de diplomáticos, misioneros y otras personas sobre el terreno, las atrocidades que el Ejército otomano y ciertas unidades especiales cometían contra los armenios del imperio. Las provincias que históricamente habían acogido a una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo eran el escenario de una destrucción sistemática: Van, Erzurum, Mamüretulaziz, Bitlis, Diyarbekir y Sivas. No era la primera vez que se desataba una oleada de violencia contra los cristianos, pero los líderes del Comité Unión y Progreso trataron de asegurarse de que fuese la última. A las detenciones de la élite intelectual armenia de Constantinopla, la noche del 23 al 24 de abril de 1915 (250 personas en las primeras redadas), le siguió el arresto, encierro y asesinato de la mayor parte de los soldados armenios enrolados en el Ejército imperial. Las marchas a pie por los desiertos de Siria acabaron con ancianos, mujeres y niños expuestos a la desnutrición, los elementos y la violencia de los guardianes. No se trataba tanto de llevarlos a un lugar determinado como, más bien, de asegurarse de que jamás llegasen a ninguna parte. La marcha era una forma de ejecución, como el fusilamiento o el enterramiento en vida. Todas ellas las sufrieron los armenios.

En algunos lugares, los cristianos armenios –y junto a ellos otros, como los griegos y los asirios– lucharon y resistieron. Algunos lograron escapar de las masacres. En el Viejo Continente y, sobre todo, en los Estados Unidos los esfuerzos de socorro movilizaron a intelectuales y activistas. El corazón de Occidente era armenio y corría en auxilio de los perseguidos, aterrorizados, exterminados. Ravished Armenia (1919), la primera película sobre el genocidio, se basaba en la historia de una superviviente, Aurora Mardiganian, y fue un éxito de crítica en su estreno. Los comités nacionales y locales, ayudados por las comunidades armenias en la diáspora, trataron de canalizar la ayuda económica que se dirigía a las provincias asoladas por la barbarie.
Sin embargo, al terminar la Gran Guerra y, sobre todo, la Segunda Guerra Mundial, la coyuntura política se fue volviendo cada vez más adversa para los armenios. La República de Turquía sustituyó al Enfermo de Europa. La joven República de Armenia, proclamada en 1918 y finalmente integrada en la URSS en 1920, tras su ocupación por el Ejército Rojo, quedó aprisionada en otro imperio como república socialista soviética. El recuerdo del genocidio sufrió la división del mundo en dos bloques. Sobre el espantoso destino de los armenios cayó un manto de silencio. La narrativa comunista soviética era poco proclive a las reivindicaciones nacionales y menos, como en este caso, cuando la cuestión religiosa –la fe cristiana de los armenios– era una parte central de la memoria del genocidio.
La política internacional hizo el resto. Poco a poco, al olvido por el paso del tiempo se sumó la voluntad de impunidad. La República de Turquía convirtió en parte de su acción diplomática y política la negación del genocidio y el revisionismo histórico. Se trató de argumentar pretextos –por ejemplo, que los armenios pretendían ser una quinta columna de los enemigos del imperio, o que el nacionalismo armenio era una amenaza para la unidad territorial– o de admitir matanzas, pero –aducían– nunca tuvieron el objeto de erradicar toda huella y memoria de la presencia armenia. Parte del precio por tener una buena relación con Turquía pasaba por soslayar esta página de oscuridad insondable en medio de una historia de cinco siglos llena de episodios luminosos. Ankara no podía admitir que el pueblo que acogió a los judíos expulsados de España y que había alumbrado una de las formas más elevadas de la cultura islámica hubiese consentido –ni mucho menos perpetrado– las atrocidades que sufrieron los armenios.
Así seguimos. Frente a la realidad de los testimonios históricos –desde los informes de los oficiales extranjeros que luchaban en el Ejército otomano hasta las actas de los juicios seguidos contra los responsables de las masacres, algunos de los cuales terminaron condenados–, la voluntad genocida forma parte del plan del exterminio de los armenios desde el primer momento; más aún, se remonta al tiempo de las matanzas hamidianas de 1894-1896. Turquía sigue negándose a reconocer que hubo un genocidio y no solo episodios atroces de violencia.
El orgullo nacional y el temor a las reivindicaciones económicas y territoriales inspiran la negativa turca a reconocer lo innegable. Sin embargo, en la propia república, sus mentes más lúcidas admiten en privado un debate que aún es problemático mantener en público. Cada vez son más las autoridades académicas –alguna incluso en Turquía– que reconocen lo que la política niega.
Los grandes pueblos son aquellos capaces de mirar cara a cara a su historia. Es hora de que Turquía afronte lo que sucedió. La diplomacia y las relaciones internacionales no pueden soslayar lo que la razón impone y la historia reconoce. Turquía lleva cien años de retraso en reconocer el genocidio y cien años presionando para evitar que otros lo reconozcan, pero no podrá demorar para siempre su cita con la Historia.



Florentino Portero: "El Genocidio Armenio se produjo contra cristianos dentro de Turquía"