miércoles, 4 de febrero de 2009

Renacer

Para muchos, por las ideas que tengo acerca de la política, y sobre todo por ser y haber sido siempre de izquierda, donde los pensamientos se van en beneficio de las clases mas necesitadas, donde algunos dicen que se profesa el ateísmo, donde la palabra Dios no se utiliza, sera muy extraño el contenido del presente artículo, pero debido a que es una experiencia muy personal, y además especial, se hace necesario compartir con todos mis lectores, para que por medio de ella encuentren en su soledad a la fuerza divina, que cambiará sus vidas y les dara una nueva visión, y mayores bríos para continuar con las labores en favor de la humanidad y sobre todo con el pensamiento enclavado en la mejoria de las sociedades y la democracia real. 

Luego de unos días de retiro, alla por los años ochenta, en medio de la soledad profunda de una montaña en San Rafael de Heredia, meditando y escribiendo sobre varios asuntos, fue cuando tuve mi primer contacto real con la fuerza mas poderosa y divina, y que se me permitio plasmar en un libro de notas, una vez que habia finalizado. Ese dia 23 de Abril de 1980, fue el momento de mi renacer, de mi nueva vida y sobre todo que me permitio encontrar nuevos caminos para continuar en mis ideales y sobre todo mejorar mi trato hacia las demas personas, entendiendo que se presentaba un nuevo panorama, lleno de amor, por lo que era un hombre nuevo.

Comparto con ustedes el presente mensaje, por que se que en estos momentos hay muchos que encontraran en el, la respuesta a sus necesidades, y sobre todo, un nuevo camino, duro pero seguro, donde nunca hay nada que no se pueda lograr.

Encuentro.

Brilló una luz, fuerte y blanca, enceguecedora al principio, apaciguadora después; todo se llenó de gran tranquilidad, los pájaros cantaban con alegría desconocida, las aguas de los ríos besaban las piedras; más bien parecía que todo empezaba a vivir: las flores reían, los animales eran felices...

Dentro de esa paz, salió aquella voz..., fuerte, profunda, serena, pero segura de sí:

-. ¿Hombre, tu me has llamado, querías conocerme?. ¡Aquí estoy! , Habla , no te atemorices, ten confianza.

-. ¿Pero?, confuso aquél respondió, no terminaba de salir de su asombro y continuó así:

-. ¡ Sí!, ¡sí!... yo quería hablarte, no sabía como, quería preguntarte tanto, se que estas ocupado..

Le interrumpió la voz y dijo:

-. Por más ocupaciones que tenga, el tiempo lo puedo dedicar a cada uno de mis hijos, ¿ cuál Padre no haría lo mismo?.

Y así siguieron hablando, ¿ horas, minutos, segundos?, nadie sabe, el hombre preguntaba, la Voz le respondía, aconsejaba, reprendía, y la paz era cada vez más grande y al final se oyó:

-. Hombre, vive tu tiempo, perdonate y perdona, amate y ama. Conserva la belleza que hay dentro de tí, y llévala a los demás, para que descubran la suya propia.

-. A mi hijo os dí, para liberarlos del pecado, fueron muy pocos al principio los que le siguieron. La gran mayoría, no lo creía mi hijo, fue humilde, por que esa es la mayor virtud; fue bueno, por que en la bondad se regocijaran sus seguidores, y El sabía quien era y cuando lo dijo, se levantaron en su contra. Muchos de estos después entendieron, así como tú lo entiendes ahora.

-. Ve hijo mío, que tu tienes mi bendición, ¡ Sé feliz ! , que ahora que me tienes dentro de tí, por medio de esa fe, te salvarás y ascenderás al lado mío, por que los buenos y los humildes siempre estarán conmigo.

El hombre, que sentía su paz, vió como aquella luz se iba alejando poco a poco, y saliendo del éxtasis en que se había sumido, se quedo pensativo, alegre, muy feliz.

Entendía ahora su camino, sabía quien era; y entonces inclino sus rodillas y las apoyó en el suelo y dijo:

-. ¡Gracias, señor!, gracias. Por permitirme renacer a la vida, por dejarme perdonar a los demás, por permitirme amar a los demás. Por darles estas palabras a todos.

-.¡Gracias, señor!, por la fe que has puesto dentro de mí, por la bondad y la humildad con que las he recibido.

-.¡Gracias, señor!, por tantas cosas que me has dado.

-.¡Gracias, señor!, por perdonarme todas las faltas que en tu contra he cometido.


-. Por todo, Gracias infinitas señor.

-. Dios todopoderoso, Gracias.