80 años de uno de los crímenes más grandes de la Historia .
La belleza de la República de Weimar, donde la intelectualidad del mundo se reunía para expresar
sus pensamientos, donde los grandes científicos se reunían para presentar sus investigaciones, acabo, fue sustituida por lo que luego llamarían el Tercer Reich.
El 10 de Mayo de 1933, grupos de estudiantes y profesores
universitarios, unidos con la chusma cobarde se dedicaron a la quema de los libros que consideraban perjudiciales e indeseables para el espíritu germánico.
Heinrich Heine, había dicho ”Donde se queman libros se terminan quemando también a las personas”.
En 1933, las autoridades alemanas nazis se esforzaron por
sincronizar organizaciones profesionales y culturales con la ideología y política nazi (Gleichschaltung). En línea con este empeño, Joseph Goebbels, Ministro Nazi de Esclarecimiento Popular y Propaganda, empezó a esforzarse por alinear el arte y la cultura
alemana con los objetivos nazis. El gobierno purgó a las organizaciones culturales de judíos y de otros oficiales política mente sospechosos o que representaban o creaban obras de arte que los ideólogos nazis consideraban
“degeneradas”. Un acto de persecución intelectual, cultural y política, que fue presenciado y auspiciado por miles de personas en toda Alemania, marcando
el inicio de la persecución política, el ascenso del nazismo en Alemania y una premonición de los hornos en los que fueron eliminados los cuerpos de millones de personas inocentes, por tener una fe, una raza o una cultura
diferente.
En su esfuerzo para sincronizar la comunidad literaria, Goebbels tenía un fuerte aliado en la Asociación de Estudiantes Alemanes Nacionalsocialistas (Nationalsozialistischer Deutscher Studentenbund, or NSDStB). Los estudiantes universitarios alemanes formaban
parte de la vanguardia del temprano movimiento nazi y, a fines de la década de 1920, muchos tuvieron cabida en los rangos de varias formaciones nazis. El ultra nacionalismo y el antisemitismo de las organizaciones estudiantiles
seculares de clase media habían sido intensos y explícitos durante décadas. Después de la Primera Guerra Mundial muchos de los estudiantes se oponían a la República de Weimar (1919-1933) y encontró en el nacionalsocialismo una buena forma de canalizar su hostilidad y descontento político.
El 6 de abril de 1933, la Oficina Principal de Prensa y
Propaganda de la Asociación de Estudiantes Alemanes Nazis anunció públicamente una “acción contra el espíritu no alemán” en todo el país, que tendría como punto culminante una purga literaria o la “limpieza”
(Säuberung) mediante el fuego. Las sedes locales de la organización proporcionaron a la prensa
comunicados y artículos por encargo, ofrecieron listas negras de autores “no alemanes”, costearon la presentación de figuras reconocidas del nazismo para que hablaran en reuniones públicas y negociaron para obtener
tiempo para transmisiones radiales. El 8 de abril, la asociación de estudiantes redactó sus doce "tesis" -- una evocación deliberada de las 95 tesis de Martín Lutero: declaraciones que describían los fundamentos de un
idioma y una cultura nacional "puros". Publicaban las tesis mediante carteles que atacaban el “intelectualismo judío”, sostenían la necesidad de “purificar” el idioma y la literatura alemanes y exigían que las universidades
fueran centros del nacionalismo alemán. Los estudiantes describieron su “acción” como una respuesta a la “campaña de difamación” mundial de los judíos contra Alemania y una afirmación de los tradicionales valores
alemanes.
Solo en Berlín, en la antigua plaza Opernplatz ( hoy
día Bebelplat ), meses después de la llegada al poder de Adolf Hitler, sus seguidores quemaron mas de veinte mil libros de tendencia comunista y pacifista, libros de Marx, Heinrich, Thomas Mann, Stefan Zweig, Erich Kastner
y Sigmund Freud.
Miles de libros desaparecieron de las bibliotecas alemanas
el 10 de mayo de 1933 durante la quema de libros perpetrada por el régimen nacionalsocialista. Se calcula que sólo en Berlín, los nazis quemaron esa noche 20.000 publicaciones de filósofos, científicos, poetas, escritores.
Sus nombres pasaron a integrar las "listas negras". Muchos de ellos fueron asesinados, arrestados o enviados al exilio.
Después de 1933, las universidades alemanas tuvieron que
renunciar a un quinto de su personal docente. Si a comienzos del siglo XX, las universidades alemanas eran las mejores del mundo, después de 1945 de la tradición de excelencia quedaba sólo el recuerdo. Los catedráticos
que se quedaron tuvieron necesariamente que ver con el régimen nazi; sus publicaciones e investigaciones de esa época tuvieron que contar, necesariamente, con el beneplácito del gobierno de Hitler. Al final de la guerra,
entre 60 y 70 por ciento de los catedráticos alemanes pertenecían al partido o a alguna organización nazi.
El 10 de mayo de 1933, en un acto simbólico de ominosa
trascendencia, los estudiantes universitarios quemaron más de 25.000 volúmenes de libros “no alemanes”, presagiando un período de censura estatal y control de la cultura. La tarde del 10 de mayo, en la mayoría de las
ciudades universitarias, los estudiantes de derecha marcharon con antorchas en “contra del espíritu no alemán”. Los rituales programados convocaban a altos funcionarios nazis, profesores, rectores y dirigentes estudiantiles
universitarios para que se dirigieran a los participantes y espectadores. En los lugares de reunión, los estudiantes arrojaron al fuego los libros saqueados y “no deseados” con gran ceremonia, con bandas musicales, y
los llamados “juramentos de fuego”. En Berlín, unas 40.000 personas se reunieron en el Opernplatz para escuchar a Joseph Goebbels pronunciar un discurso fogoso: “¡No a la decadencia y corrupción moral!” impuso Goebbels
a la multitud. “¡Sí a la decencia y la moralidad en la familia y el estado! Así envío a las llamas las obras de Heinrich Mann, Ernst Gläser, Erich Kästner.”
Entre los autores cuyos libros los líderes estudiantiles
quemaron esa noche se contaban socialistas famosos como Bertolt Brecht y August Bebel; el fundador del concepto de comunismo, Karl Marx; escritores críticos “burgueses” como el dramaturgo austriaco Arthur Schnitzler,
así como “influencias extranjeras corruptoras”, entre ellas el autor americano Ernest Hemingway. Los fuegos consumieron también varios escritos del autor alemán Thomas Mann, que ganó el premio Nobel en 1929 y cuyo
apoyo de la República de Weimar y critica del fascismo provocó la ira de los nazis, y los trabajos del autor de éxito internacional Erich Maria Remarque, cuya descripción impávida de la guerra, Sin novedad en el frente, los ideólogos nazis vilipendiaron como “una traición literaria a los soldados
de la Guerra Mundial”. Erich Kästner, Heinrich Mann y Ernst Gläser, denigrados en la retórica devastadora de Goebbels, representaban los primeros críticos literarios alemanes del régimen nazi, aunque Heinrich Mann había
ganado fama como el autor de Professor Unrat, que apareció en los cines alemanes en 1930 como “El Ángel Azul”; y Kästner era primariamente conocido por su literatura para niños y jóvenes. Otros escritores incluidos
en las listas negras eran los autores americanos Jack London, Theodore Dreiser y Helen Keller, cuya creencia en la justicia social la animó a abogar por los discapacitados, el pacifismo, mejores condiciones para los obreros
industriales, y el derecho al voto de las mujeres.
También estaba entre los libros quemados la obra del querido
poeta judío-alemán del siglo XIX, Heinrich Heine, que escribió en Almansor, su obra de teatro de 1820-1821, la admonición famosa, “Dort, wo man Bücher verbrennt, verbrennt man am Ende auch Menschen": “Ahí donde se queman libros se acaban quemando también seres humanos”
Pero no todas las quemas de libros tuvieron lugar el 10
de mayo, como los estudiantes alemanes habían planificado. Algunas fueron pospuestas algunos días por lluvia. Otras, respondiendo a la preferencia de los capítulos locales de las organizaciones, tuvieron lugar el 21 de
junio, el solsticio de verano, una fecha tradicional de celebraciones con fogatas en Alemania. No obstante, en 34 ciudades universitarias a través de toda Alemania la “Acción contra el espíritu no alemán” del 10 de
mayo fue un éxito, lo que le valió una amplia cobertura en los medios. En algunas ciudades, especialmente en Berlín, hubo transmisiones de radio que llevaron los discursos, las canciones y las consignas ceremoniales “en
vivo” a innumerables oyentes alemanes. La promoción de la cultura “aria” y la supresión de otras formas de producción artística fue otro esfuerzo nazi por “purificar” a Alemania. Naturalmente los autores judíos
estaban entre los escritores cuyos trabajos eran quemados, entre ellos algunos de los escritores contemporáneos más famosos del momento, como Franz Werfel, Max Brod y Stefan Zweig.
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