lunes, 10 de octubre de 2011

Oscar Wilde el símbolo del no a la intolerancia.

En muchas oportunidades he observado, al descargar un libro en la red, que estos vienen sin un formato, desordenados, sin la portada respectiva, y eso que ahora tenemos mayor capacidad en nuestros discos duros, lo cual a los que nos preciamos de ser amantes de la lectura nos parece no solo algo horroroso, sino un atentado contra los deseos de Gutenberg. En estos días me he dedicado a reparar algunos de esos adefesios de la red tratando de convertirlos en lo que el escritor de los mismos deseaba, un verdadero libro.

Y es que en esto  de los libros colgados, muchos aun piensan en kilobites, estando ya en la época de los terabites, ademas de estar en el tiempo de los gigas en las memorias de los ordenadores.

 Uno de esos libros interesantes es el de Francesco Mei, la biografía de Oscar Wilde, un magnifico trabajo que nos lleva desde la infancia hasta los ultimos días de la vida del gran escritor inglés. El relato de cada una de las principales situaciones, con imparcialidad, o con ella acaso importa, nos presenta a un Oscar Wilde humano, pleno de virtudes y defectos.

Desde su más tierna edad, Oscar respiró la atmósfera excéntrica del salón de Merrion Square, saturada, por decirlo como Henry James, de «perfumes intelectuales, suaves y un poco desmayados», donde Jane dominaba en el papel de «leona» literaria. Marcel Proust, cuando era niño, no podía dormirse si antes su madre no se reunía con él en el cuarto para darle el beso de las buenas noches.

Oscar no lo necesitaba, porque el matrimonio Wilde acostumbraba tener a los pequeños levantados después de cenar durante sus reuniones amistosas, que se prolongaban hasta altas horas de la noche.

Libro de Joseph Pearce 
Sobre Oscar Wilde se han escritos muchos libros, donde su vida personal es tan importante como su obra literaria, y es que como todos conocemos fue víctima de la intransigencia de un siglo que agonizaba, lleno de prejuicios, a pesar de todos los movimientos sociales que se oponían a ellos.

Joseph Pearce por ejemplo en su libro Oscar Wilde: La verdad sin máscaras nos dice en su prólogo:

 "El problema proviene de la incapacidad para ver a Wilde si no es a través de la óptica de motivos puritanos o de la lascivia (....). Para unos, Wilde era una amenaza; para otros es un grito de guerra (...). Están demasiado ocupados tirándole piedras a Wilde o tirándoselas unos a otros para recordar que el objeto de su pasión fue ante todo un artista que expresó los secretos más profundos sobre sí mismo a través de su arte. (...) "Todos estamos en la cloaca”, dice lord Darlington en El abanico de lady Windermere, “pero algunos miramos hacia las estrellas”. Buscar a Wilde en la cloaca, ya sea para revolcarse con él en el fango o para señalarle con el dedo del desprecio farisaico, es no entenderlo. Aquellos que deseen conocer con mayor profundidad a este hombre tan enigmático, no deberían mirarle a él en la cloaca, sino mirar con él hacia las estrellas”.

Peter  Funke, en su libro Oscar Wilde (1969 ), nos dice:

La escala de juicios sobre Oscar Wilde oscila entre el panegírico más encomiástico y el desprecio más profundo. Robert Sherard, amigo de la primera época y su primer biógrafo dijo de él en 1902 que era «el hombre más puro de palabra y obra» que había conocido, y eso que el juez Wills, siete años antes, había condenado a Wilde por «constituir el centro del círculo de un vicio muy difundido y de lo más abominable»; Stuart Mason, seudónimo de Christopher Sclater Millard, primer bibliógrafo de Wilde, le tenía por el «escritor más brillante del siglo XIX»; George Saintsbury, ilustre historiador inglés de la literatura, no le mencionó, en cambio, en ninguna de las dos historias de la literatura del siglo XIX que publicó en 1907 y 1908. La verdad es que Wilde le había atacado duramente veinte años antes a causa de su mal estilo, pero Saintsbury reflejaba además la postura de su época.

En Inglaterra el nombre de Wilde dejó de mencionarse después de 1895, año de su condena y de su exilio social, y aún largo tiempo después de su muerte, sobrevenida en 1900, siguió siendo tabú. Además, la condena de la persona había alcanzado a la obra, a pesar de los prudentes pasos dados por sus amigos (algunos de ellos acérrimos enemigos entre sí) para despertar compasión, interés y reconocimiento por quien antes de su proscripción social había alcanzado los triunfos mundanos más brillantes.


Cuando la vista se vuelve hacia el hombre físico, y no al genio del escritor, es cuando la intolerancia se manifiesta. Esa intolerancia que durante muchos siglos ha ido tratando de minar el pensamiento humano, la creación literaria, la obra de los grandes hombres.  Cuando un hombre sale de la mediocridad general, cuando destaca por su genio, es cuando los que viven en el monton buscan la forma de hacerlo caer, una costumbre del ser humano. Ver la paja en el ojo ajeno, y no la espiga en el nuestro.

En el siguiente enlace pueden encontrar la obra de Peter Funke: Oscar Wilde:


http://www.scribd.com/doc/38514738/Oscar-Wilde-Peter-Funke


Y aqui una de las obras de Oscar Wilde, Salome:

http://www.scribd.com/doc/39572507/Salome-Version-Prologada


Espero disfruten de una buena lectura.










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