miércoles, 8 de febrero de 2012

Un articulo de Don Luis Alberto Monge



Un varón esclarecido

Por Luis Alberto Monge

Ha sido necesario dejar que pasen varios días para reponerme un poco del golpe anímico que ha significado el fallecimiento del benemérito de la patria y entrañable amigo mío Jorge Manuel Dengo, primer ministro de Comercio Exterior en mi Gobierno e insigne compañero en la fundación de la universidad Earth. La patria queda disminuida y está entristecida por la pérdida de uno de sus mejores hijos. Como hubiera dicho su padre, el maestro Omar Dengo, EL FUNDADOR DEL ICE AHORA ES LUZ.

Muy joven aún lo conocí cuando él apenas regresaba de la Universidad de Minnesota con el diploma de ingeniero bajo el brazo, y concretaba los ideales de la Liga Cívica en el sector de la energía, por el dominio de la fuerza hidráulica en beneficio del desarrollo nacional y del bienestar de los hogares. Era yo diputado en la Asamblea Nacional Constituyente y él ponía en marcha esa formidable columna del Estado solidario que es el ICE. Seguía él al frente de la institución cuando, desde la Asamblea Legislativa, me correspondió la responsabilidad de presentar un proyecto de ley para integrar una comisión parlamentaria que elaborara un proyecto tendiente a dotar al país de una moderna red de telecomunicaciones. A resultas de esa y otras iniciativas similares, se aprobó al fin una ley que confió a la emblemática empresa estatal el desarrollo de la telefonía. Por varias décadas, el ICE fue la única empresa en el mundo que suministraba ambos servicios de electricidad y de telecomunicaciones.
En la administración de don Chico Orlich, él fue la persona clave en la lucha heroica contra la ceniza del Irazú. Observé, desde Jerusalén, su eficaz gestión de riesgos, pues el Gobierno me encomendó la apertura de la Embajada de Costa Rica en Israel. Para varias generaciones de compatriotas, ese descomunal desafío de la naturaleza es inimaginable, casi como una narración fantástica. Un resultado de aquella acción del “ministro del volcán” fue la creación de la Oficina de Defensa Civil, hoy transformada en la Comisión Nacional de Prevención de Riesgos y Atención de Emergencias.

Sirvió después a Centroamérica desde el BCIE y a Latinoamérica desde el BID. Nos encontramos en Washington cuando era candidato presidencial en 1981 y comentamos la posibilidad de que él llegara a ser parte de mi gabinete. Como Consejero Presidencial con rango de ministro, me apoyó en la formulación de la estrategia que nos permitió evolucionar del modelo de desarrollo basado en la sustitución de importaciones, al modelo de crecimiento basado en las exportaciones. Porque fue durante la administración 1982-1986 que el país cambió hacia la pauta de apertura comercial que logró grandes beneficios de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe. CINDE se estableció en 1982 y dos años más tarde la declaramos de interés público. Apoyamos la traída de INCAE con la venta de los terrenos del Racquet Club por el precio simbólico de un dólar, sí apenas un dólar. Pusimos a caminar el ministerio de Comercio Exterior y Jorge Manuel fue el primer titular de esa cartera, creada para fomentar EL COMERCIO JUSTO a favor del consumidor así como del pequeño, mediano y gran productor nacional de manera pareja.

Jorge Manuel Dengo, Rodolfo Cortés, Daniel Chaij, entonces Director de AID y yo en mi calidad de Presidente de la República, nos entregamos por entero a promover el proyecto de establecimiento de la universidad Escuela de Agricultura de la Región Tropical Húmeda (Earth). Se anunciaba el veto al proyecto de ley presentado por mi Gobierno para su creación y él, como Vicepresidente de la República, logró capear aquella amenaza. Su visión y su rigor marcaron el nacimiento de la Earth, de la que fue rector interino. Al escribir estas líneas, me percato con dolor que dos de los cuatro se me han adelantado recientemente en el tránsito a la eternidad.

Me pregunto, ¿cuánto habría adelantado Costa Rica si prohombres como Rodrigo Facio, Alberto Martén, Jorge Manuel Dengo o Alfonso Carro hubieran dado continuidad y esplendor a los ideales justicieros de la Segunda República, la de don Pepe, don Chico y Daniel? ¿Por qué el partido de la Revolución del 48 no pudo escoger como portaestandartes a tan egregios líderes? ¡Cómo necesita nuestra democracia de estadistas consagrados al servicio austero, leal y probo de la nación!

Jorge Manuel fue un varón esclarecido, de aquellos cuyo nombre la historia registra en sus anales; de los que la patria añora; de quienes una generación recuerda con gratitud, y otras estudian con admiración su biografía.

Gracias sean dadas a Dios por la vida ejemplar de Jorge Manuel Dengo.

Pozos de Santa Ana, 31 de enero de 2012

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